Hemos tenido la oportunidad de ver y sentir en directo cómo la expansión del centro, entendido como lugar de ocio «bebe, desfasa y vete», empeora la vida de los vecinos. En este caso hablamos de calle San Juan y su entorno.
La calle San Juan, según la Wikipedia, se denominó inicialmente calle del Mar debido a que tenía salida por la puerta del Mar, pero posteriormente pasó a ser conocida por su actual nombre por situarse allí la Iglesia de San Juan. La zona tuvo desde sus comienzos un carácter comercial e industrial, posiblemente debido a la existencia de pozos, siendo a partir de la era contemporánea cuando se levantan edificios de envergadura, entre los que se encuentran obras de arquitectos como Guerrero Strachan.
Hasta hace relativamente poco, los vecinos disfrutábamos de una relativa tranquilidad, mientras el resto del centro vivía en una vorágine de borrachera y malagaluf.
Pero eso se viene acabando desde hace poco, y las noticias así lo confirman. Leíamos hace poco cómo una persona sufrió un ataque en el entorno de calle San Juan, mediante un mataleon.
Establecimientos de comida rápida como Amun Shawarma que son en realidad una barra de alcance donde servir bebidas alcohólicas a cualquier hora.
Luego tenemos bares como el mindfuck que tiene a todos sus clientes fumando y bebiendo en la puerta o la terraza de atrás, con el consiguiente percance para los vecinos.
La calle se despierta por las mañanas llena de basura de la batalla nocturna. Las paredes llenas de grafiti. El suelo pegajoso (con los baldeos no se va la porquería).
Que se preparen los de las calles siguientes.
No me olvido tampoco de las terrazas sin control. Particularmente dañinas las de calle Calderón de la Barca, con bares como Andino que utilizan la calle como almacén y para colocar mesas para disputarle el campeonato al pimpi. Llamar al 092 no sirve de nada.
Todo mi apoyo a los vecinos del centro de Málaga. Creo que hay para permitir que la convivencia sea posible, y espero que el resto de los ciudadanos tomemos nota y nos comportemos con un mínimo de civismo.